II
Comedia y Drama
Era una mañana despejada, con un sol cálido y una brisa fresca, en la
ciudad de Central City. Para la época en la que estaban, otoño, ya los
árboles estaban libres de sus hojas y las noches se volvían algo frías.
La ciudad sufrió un notable crecimiento en su población desde la
guerra pasada. Muchas personas habían decidido mudarse a algunas de las
ciudades que se salvaron de los ataques, y una de ellas era Central
City. Aun así, a pesar de su repentino crecimiento demográfico, la
ciudad seguía conservando su relativa tranquilidad.
Pero entre la
paz de aquella mañana de domingo, unos coloridos personajes vinieron a
perturbar la tranquilidad con su abrumadora rapidez.
— ¡Apresúrate Tails, por lo que más quieras! — gritó Sonic a su amigo a través de su comunicador de pulsera.
— ¡Voy lo más rápido que puedo!
Sonic
corría con una prisa sin precedentes a través de las calles de la
ciudad. Tails lo seguía, haciendo un esfuerzo tremendo en alcanzarlo,
pero le era imposible. Tenía al erizo catorce calles delante de él, y
seguía sacándole ventaja con cada segundo que pasaba. El viento
arreciaba con poderosa fuerza cuando pasaban ellos esquivando los
vehículos, y a la gente les llegaba a los oídos el sonido del aire
cortado por su asombrosa velocidad.
Sonic corría con una desesperación impropia de él, como si quisiera evitar una catástrofe inminente.
— ¡Por todos los cielos! Tengo que llegar ya, ¡o será demasiado tarde! — exclamó para sí.
— ¡Sonic! ¡Quedan siete segundos! — gritó Tails por su comunicador — ¡No lo lograremos!
— ¡No! ¡Nunca me rendiré! — gritó a todo pulmón.
Incrementó
la velocidad con un nuevo turbo y los vidrios de los alrededores
estallaron en un estruendo ensordecedor, con los árboles inclinándose
por el enorme viento que el erizo azul levantó.
A la velocidad
del rayo ingresó en un enorme supermercado como un destello azulado.
Recorrió las góndolas de manera instantánea y en un parpadeo ya se
encontraba en el mostrador, con un carrito de compras que tenía
salchichas, pan, botellas de salsa picante y queso. Muchos
productos de todo el súper se quedaron tambaleando en sus estantes
debido al viento que produjo Sonic. A los pocos segundos, llegó Tails.
— Tres, dos… — contó el zorro con nerviosismo.
— ¡Siguiente! — dijo la vendedora en la caja.
—
¡Eso es! — exclamó Sonic triunfante — ¡Con un segundo antes estamos
dentro del período de la oferta! ¡Tres por uno en salchichas y pan para
perros calientes!
— ¡Sonic, eres mi héroe! — exclamó Tails, también lleno de alegría — Y pensar que casi no lo logramos…
—
Claro, amigo. Toda una tragedia — contestó la vendedora con
aburrimiento, terminando de pasar la mercadería — Son cincuenta y ocho
rings.
Al cabo de unos momentos, el erizo y el zorro se
encontraban caminando mientras llevaban unas cajas grandes con sus
compras. Los rostros de ambos cambiaron drásticamente, de la
preocupación absoluta, a la más pacífica tranquilidad. Ni siquiera
parecía que hubieran hecho semejante escándalo como el de hace un rato.
Porque si se trataba de chilli dogs, Sonic y Tails se lo tomaban muy a
pecho. En especial el erizo.
— Creo que con esto tendré para las próximas dos semanas — comentó Sonic.
— Tu dieta no se basa exclusivamente en chili dogs, ¿verdad? — preguntó su amigo.
— Por supuesto que no. A veces también como pizza.
— ¡Cielos! Me sorprende que todavía puedas correr — comentó Tails girando los ojos.
— ¡Touché! Por cierto, ¿a qué hora dijo Amy que las pasáramos a buscar?
— En media hora. Aún tenemos tiempo.
— ¡En marcha entonces!
Al
cabo de un rato, luego de dejar las salchichas en el refrigerador y los
panes en la alacena, en casa de Tails, ambos se dirigieron al
departamento de Amy. El mismo se encontraba unas cuantas calles al
norte, llegando a la parte céntrica de la ciudad. Esta vez marcharon sin
tanta prisa y llegaron en pocos minutos.
Tocaron el timbre del
departamento y, luego de un momento, bajaron Amy, Cream con Cheese, y
Sticks. Se podía notar, por la expresión de la tejón, que no se sentía
muy cómoda con la ciudad. Y se encargaba de hacérselo saber a los demás.
— ¡Ya no aguanto este lugar! — dijo con su voz chillona — ¡Todo
el tiempo se oyen los ruidos de los autos, motocicletas, autobuses,
barcos y aviones!¡Y bocinazos que no te dejan dormir la siesta! ¡Es un
maldito loquero!
— No es para tanto, Sticks — dijo Amy — Además,
tienes que respetar el trato. Todavía te quedan catorce días para
terminar el plazo. Después podrás volver a Green Hill a estar sola y
lejos de la civilización.
— ¿Por qué estás en un lugar en el que no quieres estar, Sticks? — preguntó Cream con inocencia.
—
Porque nuestra buena amiga me prometió que le daría una oportunidad a
la ciudad y trataría de no ser tan salvaje — contestó Amy mirando a la
tejón con insistencia — Por eso vino a vivir conmigo desde ayer.
— ¿Y ya te cansaste? — preguntó Cream llevándose un dedo al labio inferior — Apenas pasó un día.
— Lo suficiente para odiar este lugar — dijo Sticks con el ceño fruncido — Mejor vámonos de paseo a, a… ¿A dónde vamos?
— A Music Plant — dijo Sonic conteniendo la risa — ¡Si te molesta el ruido, entonces amarás ese lugar!
— ¡Sonic! —regañó Amy.
—
¡Espera! ¡No es tan malo! — continuó Tails al ver que la tejón daba
media vuelta — Verás que es muy bonito y la música que tocan es suave y
contagiosa. ¡Te va a gustar!
Sticks se quedó de brazos cruzados mirando de reojo a sus amigos, y luego de unos momentos suspiró.
— De acuerdo… Iré — accedió finalmente.
— ¡Esa es la actitud! — dijo Sonic — ¡Vamos! Tails nos llevará en el Tornado.
El
avión, que estaba estacionado en la acera, en seguida se llenó con sus
tripulantes. Con Tails como piloto, Cream con Cheese en el asiento de
atrás y los demás sobre las alas, se encendió el motor y volaron rumbo a
la ciudad de la música. Así dieron inicio a ese día de paseo. Como
no tenían prisa, marcharon a vuelo lento y llegaron en unas tres horas a
la isla que contenía, entre otras ciudades y paisajes maravillosos, a
la gran metrópolis. De por sí era una especie de parque de atracciones gigantesco que también se había salvado de ser atacada durante la guerra.
Desde
todos los puntos de vista, Music Plant era un auténtico festival de
colores, instrumentos musicales y arte. Incluso muchas de las
estructuras edilicias estaban hechas a base de platillos, teclas de
piano, bombos o saxofones. Las calles estaban atestadas de personas y
músicos ambulantes.
Tails aterrizó el Tornado en una de las
tantas pistas públicas que tenía la ciudad a disposición de los pilotos
particulares. Con esto se aseguraban una cantidad constante de turistas
(y de ingresos, por supuesto).
Los chicos bajaron del avión y se
dirigieron a las calles. Aunque Sticks tenía los pelos de punta ante
tanto colorido y muchedumbre, se terminó sorprendiendo a sí misma al ver
que no le disgustaba tanto. Lo curioso era que la música que se tocaba
no era molesta ni bulliciosa, ni siquiera ruidosa, sino que parecía
acompañar a los turistas a conocer aquel bello lugar.
— No está tan mal — dijo mientras caminaban — Y la música es agradable.
— Sabía que te gustaría — dijo Sonic levantándole el pulgar — Hace mucho que no vengo a este sitio. Parece bastante cambiado.
—
¡Sí! Recuerdo que no había gente en las calles cuando Eggman tomó la
ciudad — dijo Amy — ¡Hasta que llegamos y lo sacamos a patadas!
—
Oigan, escuchen… — mencionó Cream levantando las orejas — No lo había
notado. ¡Todos los músicos están tocando la misma canción!
— Sí,
eso hacen aquí — continuó Tails — Tocan las canciones de acuerdo a los
rostros que ven en las personas, tratando de reflejar sus sentimientos.
— Fiuuu… — silbó Sonic — Eso es muy genial.
Los chicos se
pasaron la tarde recorriendo la ciudad. Visitaron algunos centros
comerciales, fueron a comer en un pequeño local de comida rápida, y
entraron a algunos locales de música. A Sonic le llamaban la atención
las guitarras eléctricas y dudó en comprar alguna, pero lo dejó para
después.
Ya había comenzado a anochecer cuando emprendieron el
camino de vuelta hacia el Tornado. Estaban bastante lejos de las pistas
de despegue públicas, pero como no tenían prisa, continuaron su camino
andando. Sticks se mantenía detrás, mirando con algo de recelo
los enormes edificios luminosos que, por supuesto, tenían parlantes en
sus azoteas y transmitían todavía más melodías a las canciones que
tocaban los músicos ambulantes. Sonic y Amy iban conversando delante,
mientras que Cream y Tails charlaban unos metros detrás. La tejón iba
detrás de ellos.
— Pues… ¿Cómo van tus cosas, Cream? — preguntó el zorrito.
— Bien. La semana pasada volvió Gemerl de sus viajes.
— ¿Estuvo todos estos meses fuera de tu casa?
—
Oh, no. Primero se había ido cuando pasó lo de los zetis. Al tiempo
regresó, pero volvió a marcharse. Y ahora regresó otra vez.
— Parece que está buscando algo.
— Me dijo que sentía una extraña energía que provenía de algún lado. Le dije que podría ser la gema esa, em… ¿Cómo se llamaba?
— Aurora.
— ¡Esa! Pero dice que no. Es algo que comenzó a perturbarlo desde aquel momento, y que ahora lo siente con más fuerza.
—
Qué extraño… — dijo Tails con una mano en el mentón — Desde que
destruimos esa gema, no volví a detectar firmas de energía diferentes a
las de las Esmeraldas Caos.
— ¿Será que Gemerl se está averiando? — preguntó la coneja con su tono de inocencia.
—
No sé si es eso exactamente. Ya sabes que fue construido con los datos
de Emerl, y él tenía una gran capacidad para detectar las esmeraldas. El
doctor Eggman no pudo lograr que Gemerl fuese una réplica exacta de
Emerl. Tal vez por eso confunde las firmas de energía de las esmeraldas y
piensa que es otra cosa.
Emerl. Recordarlo resultaba doloroso
para todos, y en especial para Cream. El robot había sido un gran
compañero para ella, la había protegido y arriesgado su existencia para
cuidarla. Además de que la había ayudado a ser más fuerte y con esto
poder ser más útil en el equipo, cosa que ella anhelaba mucho. Tails pudo notar cómo los semblantes de la coneja y de su chao se entristecieron levemente al escuchar su nombre.
—
Emerl… — dijo Cream — Lo extraño de veras… Gemerl se parece un poco él,
pero no es lo mismo. Quiero decir, Gemerl es un buen amigo también y es
irremplazable, igual que Emerl. Bueno, no quise compararlos, pero tú me
entiendes… ¿verdad?
— Sí, claro que sí — y le sonrió para darle
confianza — Es como si fuesen hermanos, y al mirar a uno no puedes
evitar recordar al otro, y eso a veces duele. Pero Gemerl es distinto,
como cada uno de nosotros; es irremplazable. Y no te preocupes por él;
ya lo revisaré estos días.
— ¡Gracias Tails! ¡Eres un buen amigo! — comentó ahora con una sonrisa.
— ¡Ni lo menciones! — dijo el zorro con una leve risita.
— ¡Chao chao! — exclamó Cheese.
— Dice que eres muy amable — comentó Cream.
— Gracias, amigo. Por cierto, ¿cómo está tu hermano Chocola?
— Chao chao, chao chao. ¡Chao chaoooo! Chao chao chao, chao — y a lo último dio un giro en el aire.
—
Dice que se fue a conocer al grupo de chaos que salvaron Soleanna.
Cuando lo vieron lo hicieron jugar a tantos juegos que se terminó
mareando — tradujo la conejita.
— ¡Wow! Eso es fantástico — y le
guiñó un ojo a Cheese — Siempre me he preguntado cómo es que puedes
entender el lenguaje de los chao.
— Pues la verdad ni idea — y
soltó una risita — Pero siempre los entendí. Al principio solamente
podía saber si estaban enojados, tristes o alegres. Pero después terminé
sabiendo justo lo que querían decir. Supongo que es un misterio.
— Eso es asombroso.
— ¿Tú crees?
— ¡Por supuesto! Ya me encantaría poder comprender lo que dicen. A veces ni siquiera puedo entender a Sonic o a Knuckles.
Esto
último hizo reír mucho a Cream y a Cheese. No solía hablar mucho con la
coneja, pero cuando lo hacía terminaban pasándoselo en grande. Y es
que, en ese momento, Tails sabía que ella necesitaba algo para sentirse
mejor. Y hacerla reír era justo lo indicado.
De pronto apareció Sticks detrás de ellos y los interrumpió con una declaración poco esperada.
—
¿Saben? Ahora que lo pienso, creo que esta ciudad fue construida como
un atractivo turístico para entretener a la gente y evitar que luchen
contra los opresores que convierten nuestros queridos árboles en
violines — dijo la tejón.
— Em, creo que deberías relajarte un poco, Sticks… — dijo Tails con algo de vergüenza ajena.
— ¡Sí! Tienes que disfrutar el momento. Como siempre dice el señor Sonic — comentó Cream.
— ¡Chao! — remató Cheese moviendo las manitos.
—
¡Pssht! Bueno, en realidad no tenía muchas ganas de venir — y lo
siguiente lo dijo en voz baja — Además, parece que me trajeron para que
esto no parezca una cita doble.
— ¿Qué cosa? — preguntó el zorrito al no haberla oído bien.
— Nada.
Pero Cheese sí la oyó, y se llevó la mano al mentón, pensándolo.
Ahora
se encontraban en mitad de la calle, caminando tranquilamente. Pero no
se dieron cuenta de que alguien los observaba. Unos ojos inquietos los
perseguían en la lejanía. Parado sobre un edificio, el individuo los
vigilaba sin temor a ser descubierto. La oscuridad de la noche era su
cómplice, la negrura su camuflaje y el silencio, su compañero.
Sus ojos contemplaban con extrema atención a su objetivo, quien reía alegremente en medio de sus amigos. Sus ojos miraban fijamente a Sonic the Hedgehog.
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En
ese momento, muy lejos de allí, la base GUN de Shamar estaba realizando
operaciones de rutina. La antigua fortificación y fábrica de Eggman
estaba ahora ocupada por agentes y soldados del gobierno, científicos,
técnicos y equipos auxiliares de mantenimiento.
En la enorme
mina, de estructura de cono invertido, repleto de terraplenes, las
grandes instalaciones del doctor habían quedado intactas por órdenes del
Comandante. Los procesos industriales de pulverizado y purificación de
los anillos estrella roja seguían siendo un misterio aun para los más
destacados científicos. ¡Ni que hablar de los sistemas de
catalización heterogénea de los microcristales, ni de los procesos de
fabricación de las cápsulas de pulso electromagnético, ni la hibridación
de los compuestos de coordinación! O de los cientos y cientos de
detalles técnicos que maravillaban y desconcertaban por igual a
científicos e ingenieros. Obviamente, el doctor Eggman estaba decenas de
años adelantado a la época.
En general, los soldados de GUN se
mantenían haciendo guardia las veinticuatro horas en los principales
accesos a la gigantesca mina que albergaba las fábricas. Tenían
escuadrones de tanques y robots, como los F-6 Big Foot, R-1 Flying Dog y
los Laser Hornet, además de los típicos Mono Beetle. Luego de la
desaparición de Eggman, se pensaba que toda fuerza militar dispuesta en
las bases conquistadas del doctor era insuficiente para contener un
posible contragolpe. Pero con el correr de los meses, esta idea fue
menguando, al igual que las fuerzas dispuestas como defensa.
Era
de noche ya en Shamar, por lo que la base estaba iluminada con las luces
artificiales. Los científicos y técnicos continuaban sus arduos
trabajos de investigación de la tecnología del doctor en las fábricas,
mientras algunos ingenieros intentaban descifrar los misterios de sus
avanzadísimos robots. Por otro lado, los guardias continuaban con su
vigilancia habitual, tan aburridos como siempre, pues nada pasaba. Nada, hasta ese momento. Las
nubes en el cielo no les permitieron a los soldados divisar la nave que
se acercaba peligrosamente. Y menos lograron ver tres pequeños
deslizadores parecidos a Extreme Gears, con sus pilotos sobre ellos.
Carrotia,
la hermosa coneja blanca de ojos verdes, iba al frente mientras sus
compañeros, Bearenger el oso y Falke el lobo azul, la seguían a ambos
lados. La coneja iba vestida con una especie de keikogi verde oscuro con
un moño rojo detrás de su espalda, guantes del mismo color y los brazos
descubiertos. En cada una de sus orejas tenía atado un moño rojo más
pequeño.
Falke tenía los ojos azules, al igual que todo su
cuerpo, incluida su cola tupida. Algo de pelaje le invadía el pecho,
tenía colmillos largos y filosos, anillos dorados en las muñecas y
zapatillas azules.
Por otro lado, Bearenger era casi todo marrón
salvo por su pelaje blanco en su pecho, con anillos verdes y rojos en
cada una de las muñecas y zapatillas de los mismos colores. Poseía una
gran musculatura y enorme tamaño. Casi todo el tiempo mantenía una
mirada terrible con sus ojos carmesí.
Carrotia contempló la base
desde el cielo, sonrió con satisfacción y dio la orden a sus compañeros.
Entonces los tres saltaron de sus tablas voladoras, las cuales los
siguieron automáticamente. Los tres individuos se estiraron en el aire
para caer con mayor velocidad y aterrizaron en el suelo, con un fuerte
estruendo y los puños en el piso.
— ¡El doctor Eggman envía sus saludos! — gritó Falke con una sonrisa maliciosa y ojos brillantes.
Los
soldados de GUN no tuvieron tiempo para reaccionar cuando fueron
atacados por los animales. Carrotia se movía con una agilidad
impresionante y una gran velocidad, y con ellas lograba esquivar los
disparos de los soldados. Conectaba golpes y patadas poderosas que los
mandaba a volar sin dificultad.
Falke, por su parte,
prácticamente desaparecía de la vista de los soldados de lo veloz que se
movía y los atacaba por detrás. O los tomaba de la garganta de frente y
los ahorcaba con placer. De uno de los caídos tomó un fusil y disparaba
a voluntad contra los que se encontraba y, cuando se quedó sin balas,
comenzó a disparar bolas de energía carmesí de sus manos.
— ¡Qué divertida es esta misión! — gritó Falke con energía — ¡Mueran, mueran!
— No te sobresaltes, amigo. Esto no supone ningún esfuerzo — le dijo Carrotia — Es casi aburrido.
— ¡Dejen de hablar y destrúyanlos! — les dijo Bearenger.
Carrotia
y Bearenger también tenían la habilidad de disparar energía, y la
usaron muy a menudo. La alarma general resonó con fuerza. Los tanques y
robots blindados comenzaron a aparecer en el campo de batalla, y
Bearenger se tronó los dedos con satisfacción. Con una agilidad
sorprendente para su peso y tamaño, llegaba rápidamente a los robots y
los destruía de un solo golpe. Tan fuertes eran sus puñetazos que cada
tanto saltaba e impactaba sus manos contra el suelo, generando una onda
expansiva que mandaba a volar a los soldados que lo rodeaban.
Las
torretas de la base giraron y lanzaron su lluvia de balas y misiles
sobre los atacantes, pero estos los esquivaban. El alboroto de las
ametralladoras y las explosiones resultaba infernal, y los estallidos
iluminaban porciones enteras de la base. Dentro de las
instalaciones, los investigadores dejaron de trabajar por los estruendos
que escuchaban de afuera. Todos miraban con espanto las cámaras de
seguridad y veían horrorizados cómo los soldados caían.
— ¿Qué rayos es eso? ¿Qué está pasando allá? — gritó un técnico.
— ¡Están atacando la base! ¡Bloqueen las puertas! Si nos atrapan aquí, nos matarán — ordenó un ingeniero.
— ¿Pero quiénes son esos que nos atacan? ¿Por qué?
— ¡Cierren todas las entradas! ¡Ya!
De
la nave del cielo comenzó a caer todo un escuadrón de Egg Shooters, y
una vez en el suelo abrieron fuego indiscriminadamente contra soldados y
máquinas de GUN. El traqueteo de sus ametralladoras resonaba con fuerza
y las balas amarillas atravesaban el aire a gran velocidad.
Un
F-6 Big Foot hizo aparición, y luego de disparar algunos misiles contra
los Egg Shooters, Carrotia corrió hacia él y lo despedazó con una
fortísima patada voladora. Cayó de pie y se miró las uñas de las manos,
mientras el mecha terminó explotando detrás de ella.
— Como dije, aburrido — comentó.
Un
Laser Hornet salió de los hangares y disparó sus rayos de energía.
Logró acabar con tres máquinas del doctor, pero luego fue volado en
pedazos. Explotó y a través de sus llamas emergió Bearenger, bajando el
puño que acababa de usar.
— No me molesta ocuparme del trabajo
sucio — dijo el oso — pero espero que ese Eggman no se abuse. No quiero
ser un simple matón para siempre.
— Tú tranquilo — le dijo Carrotia — En cuanto el doctor se apodere del mundo nos dará un país o dos.
— Pues yo prefiero matar — dijo Falke arrastrando un soldado del brazo — ¿Y tú por qué lloras, eh? ¿Quieres ver a tu mami?
— Acábalo de una vez, psicópata — lo reprendió Carrotia — No pierdas el tiempo haciéndolo sufrir.
— Como digas, jefa — acto seguido lanzó al pobre infeliz a una pared con gran fuerza — ¿Continuamos?
El
resto de la batalla siguió del mismo modo y las fuerzas de GUN fueron
destruidas casi sin esfuerzo por los atacantes. Al final sólo quedaron
los científicos, técnicos e ingenieros dentro de las fábricas.
Al
cabo de un tiempo todo quedó en un silencio sepulcral, interrumpido por
los pasos de Carrotia, Bearenger y Falke. Los tres se reunieron en un
punto luego de la matanza.
— Todavía quedan los investigadores — dijo la coneja — Deben estar escondidos dentro de las fábricas.
— Los acabaré — dijo Falke llenando sus puños con aquella extraña energía roja.
— Cálmate. No queremos matarlos — dijo Bearenger — Además, ¿qué sentido tiene eliminar a alguien que no puede defenderse?
— ¡Está bien! Son unos aguafiestas — dijo el lobo azulado, apagando sus manos.
— Vayamos a buscar a esos tragalibros de una vez — dijo el oso.
Los
tres se fueron a una de las fábricas y Bearenger destrozó la puerta de
un puñetazo. Entonces entraron y vieron a los científicos, quienes los
miraban con terror algunos, con odio otros.
— ¡Ustedes! — exclamó Carrotia — ¡Esta base es nuestra! ¡Lárguense de aquí antes de que me arrepienta!
— ¡Monstruos! ¡¿Quiénes son?! — exclamó un hombre adulto con indignación — ¡¿Por qué han hecho esto?!
—
Somos los Witchcarters, y digamos que necesitamos estas instalaciones
para unas operaciones muy importantes — dijo Carrotia — ¡Ahora váyanse!
No volveré a repetirlo.
Todos los investigadores tuvieron
obedecer y comenzaron a salir de sus escondites con las manos en alto.
Poco a poco se fueron de la mina, ante la atenta vigilancia de los Egg
Shooters.
Ya se había acabado todo. Falke estaba con su tabla
voladora debajo del brazo, recorriendo la base con calma mientras
buscaba algo de su interés. Bearenger curioseaba los restos de las
máquinas de Eggman, para luego fisgonear en los almacenes de los
soldados de GUN. Allí encontró una buena cantidad de comida que comenzó a
devorar, pero que luego compartió con sus camaradas.
Mientras tanto, Carrotia tomó su teléfono y se contactó con su jefe.
— ¿Hola doc? El trabajo está hecho. Puedes enviar a Lyric. Esta base vuelve a ser tuya.
Continuará
¡Muchas
gracias a Gabriel Manrique por su increíble relato! Pero no se acaba
aquí y pueden seguir la continuación si lo desean en su página de
Fanfiction:
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Esta
es la secuela de su otro fic, 'Sonic Lost World: La gran guerra',
aunque no necesitas leerla para poder entender el nuevo fic.
Ojalá se animen a participar como nuestro amigo Gabriel.
Feliz fin de semana.