Era una mañana despejada y cálida. El brillo del sol se reflejaba en
los ríos y los arroyos de ese hermoso prado, y las aspas de los molinos
de viento giraban en armonía con la suave brisa del aire. Los pájaros
cantaban una dulce melodía matutina, como todos los días soleados en los
campos de Apotos. La frescura de la mañana llenaba sus pulmones y los
hacía sentir tan llenos de vida. Se miraron a los ojos, sonriendo, y se
pusieron a correr por los campos. Sonic se deslizaba como el viento a
través de la hierba y Tails lo seguía, unas veces volando, otras veces
usando sus colas como las hélices de una avioneta, al ras del suelo.
Corrían alrededor de los árboles, se subían a ellos, les hablaban a las
aves que allí vivían, y bajaban después para acelerar y volver a
atravesar la llanura. Parecían estar jugando, disfrutando cada instante
con una sonrisa de felicidad, haciéndose bromas mientras correteaban y
levantaban nubes de polvo. Sonic aceleró en dirección fija y se detuvo
en una lomada, mirando el paisaje con esa sonrisa que tanto lo
caracterizaba. Tails lo siguió y se paró junto a él. Delante de ellos se
encontraba la hermosa ciudad de Apotos, capital del país del mismo
nombre, famosa por sus blancos edificios y su rica agricultura, bañada
por los rayos dorados del sol. El reflejo de la luz en la ciudad blanca
hacía que parezca como un gigantesca perla rodeada de vegetación,
inmersa en un mar de fantasía.
- ¡Bienvenido a Apotos! – dijo Sonic con las manos extendidas hacia
la ciudad – Esta es la primera parada de nuestro tour, y yo seré tu
guía.
- Pero si ya conozco la ciudad – dijo riendo el zorro.
- Seguro que no tanto como yo – respondió - ¡Ven! Te mostraré algunos
lugares famosos. ¡Y ya verás cómo te encantan esos helados con chips de
chocolate!
- Bueno, los probaré, apuesto a que son fabulosos –
dijo lamiéndose los labios – Pero no entiendo, Sonic, ¿me trajiste hasta
aquí sólo para tomar un helado?
- Y hacer un tour turístico,
porque nunca nos tomamos el tiempo necesario para visitar esta ciudad
como se merece – respondió el erizo.
- Claro, pero, ¿nos llevará todo el día? Quiero decir… es que esta tarde pensaba recalibrar la consola del Tornado y …
- ¡Pero nada! – dijo sonriendo el erizo – En primer lugar, aceptaste mi
invitación de salir de paseo, y eso incluye la mañana y la tarde. Y en
segundo lugar… ¡Mírate! Tienes ocho años y te preocupas por arreglar un
avión. A tu edad, yo estaba corriendo por todas partes a súper
velocidad, sin preocupaciones y sin grasa en mis manos. ¡Tienes que
salir afuera un poco más!
- ¡Ya pareces mi abuelo! – rió el zorro
– Además, siempre estamos luchando contra Eggman, y sabes que el
Tornado tiene que estar en perfectas condiciones para poder
utilizarlo cuando haga falta, y ahora mismo está en mantenimiento.
Aunque si apareciera Eggman, podría usar el Tornado 2 y …
- Pero
no apareció, ¿verdad? – y miró a ambos lados fingiendo estar alerta – Te
preocupas mucho, mi amigo. Deberías pensar en salir a jugar, oler las
flores, mojarte en la lluvia, conocer el mundo, mirar las estrellas,
tener una noviecita… - dijo con una mirada audaz hacia el zorro.
- ¡Eso no será necesario! – dijo ruborizado – Conozco bien el mundo,
porque viajé contigo todas esas veces. Y además, ¿recuerdas quién te
salvó de caer al océano con un avión recién reparado? – dijo ahora
suspicaz el zorro – ¡Por eso el Tornado debe estar siempre listo! ¡Como
nosotros debemos estar siempre listos! Hace años que acepté hacer todo
lo necesario para ayudar a proteger el mundo, así que no debes
preocuparte por mí – dijo con una sonrisa de confianza.
- Es
cierto, es verdad – dijo el erizo – Y lo tengo bien presente. Pero nunca
te olvides, Tails, que existen cosas mucho más importantes que estar
pendiente de un tirano loco. Hacer lo que te gusta, disfrutar con tus
amigos, divertirte y pasarla bien con la gente que quieres, tener nuevas
experiencias. Equivocarte, caer y aprender de tus errores, y superar
tus metas. Esas son las cosas que no debes dejar de vivir. Los males en
el mundo van y vienen, y si te preocupas demasiado por ellos, terminarás
consumido. ¡Vive la vida, Tails! Las máquinas y Eggman pueden esperar.
Y entonces Sonic le despeinó los flecos a su amigo y lo invitó a que
lo siguiera. Juntos corrieron hacia la entrada de la ciudad y los
guardias los saludaron con alegría. Apotos no era necesariamente una
ciudad militarizada, pero desde que Eggman la había conquistado
temporalmente (hasta que Sonic llegó y la liberó), el Consejo Directivo
decidió que debían tener, al menos, una tropa de seguridad, aunque
sabían que esas pequeñas fuerzas no alcanzarían para detener un ataque
del doctor, pero les conseguiría un buen tiempo hasta que apareciesen
los refuerzos necesarios. Y es que el Consejo Directivo de Apotos
consideraba más importante apoyar el Proyecto Utopía antes que llenar
todos los rincones de la icónica ciudad con armamento militar.
Juntos,
Sonic y Tails, amigos y hermanos, caminaban por las calles contemplando
la belleza de las antiguas construcciones, y cada tanto el erizo le
señalaba lugares y le contaba sobre la gente que vivía allí o sobre los
robots que él mismo había derribado.
- Y por aquí caminamos con Chip, y en esa pequeña tienda comimos unos
buenos chillidogs – dijo Sonic - ¡Vaya, qué hambre me dio! ¡Vayamos por
unos! Y luego pidamos el famoso helado del que te hablé.
Luego de un rato, Sonic y Tails estaban se encontraban apoyados en
una barandilla, mirando hacia el mar azul, cada uno con un enorme cono
de helado con varias bochas de distintos sabores y colores. Se podía oír
el sonido de las gaviotas, y el aroma del mar les traía frescura desde
lo lejano.
- ¡Sí que es delicioso! – exclamó Tails – Espera a que los demás prueben este helado. ¡Hasta a Shadow lo haría feliz!
- ¡Y a Blaze la haría menos fría! – respondió el erizo
Ambos
rieron con total despreocupación, como si realmente existiera una paz
permanente en aquel mundo, que no dejaba de atravesar situaciones
peligrosas de las cuales ellos eran, casi siempre, testigos de primera
mano.
- Hey, Sonic – dijo Tails - ¿Cómo has pasado estas
vacaciones? Seguro te has ido a recorrer el mundo de nuevo. ¿Has tenido
aventuras?
- Pues sí – respondió – La semana pasada, el día que
me fui, pasé por la Universidad de Spagonia a ver al profesor Pickle,
pues hacía tiempo que no sabía nada de él. Te manda sus saludos – y el
zorro sonrió agradecido – Luego de esto, me fui corriendo hasta alejarme
de toda ciudad y traté de romper mi récord de velocidad. Iba tan
distraído, disfrutando del viento, que cuando me di cuenta había dejado
toda llanura atrás, y me encontré con las montañas. ¡Ni siquiera supe en
dónde estaba! Pero encontré una cueva un poco sospechosa, y me acerqué
hasta ella. Llevaba mi linterna, así que la encendí y me adentré. Caminé
bastante, sin correr, pues el suelo estaba un poco húmedo, y había un
olor muy rancio. ¡Pensé que había encontrado la casa de Eggman, pero no!
Al cabo de un tiempo se me hizo emocionante, pero luego de un rato
escuché un rugido que me erizó las púas. Iluminé a mi alrededor y
encontré un enorme oso pardo. Me di cuenta de que me había metido en su
casa sin su permiso, así que me disculpé con él y salí de allí. El resto
del día lo pasé recorriendo las demás montañas y disfrutando de la
vista…
Sonic le narró a Tails las cosas que había vivido y
descubierto en esa semana de vacaciones. No eran nada sobresalientes; en
su mayoría relatos de paisajes y encuentros con viejos conocidos. Pero
el zorro escuchaba atentamente todo lo que su amigo le decía, casi sin
interrumpirlo, sólo para dejar salir una carcajada o decir alguna broma.
A Sonic le encantaba narrar sus vivencias, y Tails disfrutaba de cómo
relataba. Parecía que se complementaban hasta en las charlas, y lo
pasaban muy bien juntos. No solamente eran buenos compañeros de batalla;
eran amigos de toda la vida.
Al cabo de un rato de relatar sus
vivencias, permanecieron un tiempo en silencio. El sonido del mar los
calmaba y los llenaba de paz, y el brillo del sol les iluminaba el alma.
El erizo contemplaba las olas y disfrutaba del viento en su
rostro, mientras que el zorro jugueteaba con una servilleta y miraba las
nubes, tratando de encontrarles formas. Al fin, Tails le comentó a
Sonic sobre algo que lo tenía inquieto desde el día anterior.
- Sonic, ¿has escuchado las noticias? – le dijo - ¿Te has enterado de lo que pasó ayer en el pueblo de Verdianna?
- No – respondió el erizo mirando hacia el mar - ¿Qué ha pasado?
- Ha habido un ataque – dijo Tails mirándolo a los ojos – La aldea fue saqueada por un grupo de monstruos.
- ¿Ah sí? – dijo el erizo, ahora mirándolo a los ojos con expresión de
curiosidad y preocupación - ¿Monstruos? ¿Qué clase de monstruos?
- No se sabe – respondió el zorro – Ocurrió durante la noche. Dicen que
no eran muchos, quizá cerca de veinte, pero eran muy poderosos, y
aparecieron de la nada. Empezaron a atacar la aldea y a robar lo que
encontraban. Alguien pudo filmar con su cámara y el video llegó a las
noticias, pero se ve todo difuso y con desenfoque, además de que estaba
oscuro porque era de noche, así que no se puede distinguir bien a los
monstruos. En las entrevistas, las personas dijeron que tenían formas
distintas, y algunos tenían cuernos y otros podían volar.
- ¿Hubo muchos heridos? – preguntó Sonic – ¿Pudieron ayudar a las personas o atrapar a esas criaturas?
- Los monstruos huyeron aparentemente sin motivo. Dejaron a la ciudad
hecha un caos, con edificios destruidos y autos aplastados por doquier.
Hasta saquearon varios supermercados. Es horrible. Hubo decenas de
heridos de toda clase, y algunos de gravedad. Las personas estaban
asustadas. GUN llegó a la aldea un tiempo más tarde y ayudaron en lo que
pudieron, pero la ciudad ya había sufrido bastantes daños. Hay que
tener en cuenta que no tenía defensas, pues es un pueblo agricultor, y
su ciudad no es grande.
- Pero aún así, las personas estuvieron
en peligro – dijo Sonic, pensativo – Seguro que estas criaturas son sólo
unos bandidos, pero me sorprende que tan pocos hayan causado todo ese
daño. ¿Seguro que no eran más de veinte?
- Eso dicen. Pero no
parece que aquí en Apotos se hayan tomado esa noticia en serio, pues
como ves, la gente está como si nada. Pero a mí me preocupa.
- A
mí también, Tails – dijo el erizo – Luego iré a investigar más sobre
ellos. Si son un grupo de malhechores sin causa ni rumbo, tarde o
temprano los encontraremos y les daremos su merecido. Y GUN podrá
encerrarlos para que no le hagan daño a nadie más. Quizás hable con
Shadow o Rouge sobre esto.
- Tal vez ya estén en el caso – dijo Tails – Bueno, al menos eso espero.
- Seguro que sí, amigo. Y seguro los atraparemos. Un grupo de bandidos no
se compara con la amenaza de Eggman, ¿no? – dijo el erizo, y
permanecieron un momento en silencio, pensando, y mirando hacia el mar.
- Y hablando de males – dijo Tails al fin – ¿Has descubierto algo acerca
de Eggman durante tus vacaciones? ¿Encontraste alguna de sus bases?
- Claro – respondió el erizo – Encontré una en la ladera de la Montaña
Pico Nevado, bastante al sur de Chun-Nan. Parecía muy bien defendida,
así que no me atreví a atacarla. Además, vacaciones son vacaciones, ¿no?
– dijo cómico el erizo.
- Bueno, sí – dijo Tails – Pero me
parece muy raro que sólo hayamos encontrado cinco de sus bases alrededor
del mundo. Ni siquiera los espías de GUN pudieron encontrar alguna más.
No es posible que todas sus fuerzas estén guarecidas allí solamente.
¿De dónde las sacará? ¿Y dónde fabrica sus robots? ¿Tendrá acaso alguna
fábrica subterránea que no conozcamos?
- Debe ser eso, y algunas
fortalezas debajo del agua – dijo Sonic – De otro modo, no me explico
cómo es posible que cada tanto aparezca de la nada con su loco ejército
de robots. Seguramente él también esté escondido bajo tierra. Pensando,
planeando, construyendo y esperando – se hizo un pequeño silencio – A
pesar de ser una molestia, ese Eggman es bastante perseverante, ¿no
crees? Lo hemos vencido muchas veces, y sin embargo siempre aparece de
nuevo, con las mismas metas y la misma mirada de confianza en sus ojos.
Si hay alguien que se merece un premio por caerse y levantarse, seguro
que ese es Eggman. Pero, ¡hey! ¡Arriba ese ánimo! Porque siempre que
aparezca Eggman o cualquier otro para hacer daño, estaremos allí para
detenerlos, ¿verdad?
- ¡Claro, Sonic! – respondió animado Tails – ¡Nosotros y todos los demás! Si estamos unidos, ¡no habrá nadie capaz de pararnos!
Pasaron
casi dos horas de aquella mañana tan calmada. Sonic y Tails seguían
conversando sobre sus asuntos. Habían ido a dar una vuelta por la gran
plaza de la ciudad, donde varios artistas habían esculpido unas hermosas
estatuas que representaban a los dioses de los antiguos habitantes de
la región. Allí, cerca de una de ellas, se encontraba uno de sus
autores, y les comentó acerca de la mitología y las creencias religiosas
de aquellos pueblos antiguos.
El sol estaba siendo levemente
interrumpido por una nube, y eran casi las once de la mañana. Aunque ya
habían comido algo, Sonic era alguien a quien no se saciaba con
facilidad. Necesitaba mucha energía para poder correr rápido, decía él, y
por eso comía en abundancia. Y lograba mantener su figura por tanto
correr, solía decir Amy. Sonic y Tails se encaminaron con tranquilidad
hacia un puesto de comida rápida para hacer un nuevo pedido de
chillidogs. Pero algo interrumpió su andar. Un sonido repentino,
constante y agudo, que alertó a los ciudadanos, y los hizo mirar
hacia un punto fijo; la entrada de la ciudad. Era la alarma de Apotos.
Empezó a sonar estrepitosamente. Sonic y Tails se miraron y le
preguntaron al vendedor de comida rápida qué ocurría.
- ¡Es la alarma de la Guardia! – dijo asustado - ¡Estamos bajo ataque!
Se
comenzaron a oír gritos de auxilio, y los guardias armados comenzaron a
salir de sus puestos. Sonic y Tails se dirigieron hacia la puerta a
toda velocidad, que no estaba muy lejos de donde se encontraban. Allí
comenzaron a oír ruidos de choques y estruendos de explosiones. Cuando
llegaron, vieron una escena que los tomó por sorpresa. Había cerca de
quince criaturas aplastando y destruyendo lo que encontraban. Algunos
eran altos y corpulentos, otros eran más pequeños y escurridizos; varios
tenían cuernos sobre sus cabezas y otros tenían cola. Todos tenían un
aspecto amenazante y devastador. Unos atacaban dando golpes con sus
puños, aplastando autos, y otros lanzaban de sus manos pequeñas ráfagas
de energía que explotaban al impactar contra sus objetivos. Por encima
del muro de la puerta, varias criaturas se encontraban disparando
proyectiles luminosos hacia los guardias que defendían la ciudad,
haciendo estallar por los aires los autos y las columnas de los
edificios. Otros muchos monstruos volaban por encima de los muros,
aterrizando más allá de las viviendas que todavía no estaban siendo
atacadas; irrumpían en ellas y se robaban objetos de toda índole, desde
alimentos hasta aparatos electrónicos.
Sonic no esperó
explicaciones y se lanzó a atacar a las criaturas. Su velocidad era
suficiente para poder esquivar los proyectiles de energía de los
invasores, y sus ataques giratorios daban en el blanco, derribando a
varios de esos seres, pero lograban levantarse y seguían peleando. Tails
se apresuraba a rescatar a los heridos y llevarlos volando hacia sitios
más seguros. De vez en cuando tenía que esquivar algún ataque, y a
veces golpeaba a algún monstruo utilizando la velocidad de giro de sus
colas. Las criaturas empezaron a afanarse con ellos y concentraron sus
ataques. Sonic y Tails se vieron obligados a apartarse un momento de la
batalla para elaborar una estrategia. Se escondieron detrás de una
columna venida abajo.
- ¡Sonic! ¡Las criaturas! Tienen cuernos,
cola y son feos. ¿Serán ellos? – preguntó Tails - ¿Serán los monstruos
que atacaron Verdianna?
- No tengo idea – dijo el erizo – Pero si
son ellos, no me imagino cómo llegaron a esta parte del mundo de la
noche a la mañana, a no ser que tengan sus propios aviones. Son bastante
resistentes y son muchos, así que tendremos que hacer un plan para
evitar que haya más heridos.
- Bien, hagamos esto – dijo el
zorro – Tú distrae su atención y trata de alejarlos de los civiles,
mientras yo me llevo a los que guardias y ciudadanos que quedan. Les avisaré
que llamen a GUN. Tendremos que distraer a los monstruos todo lo
posible y concentrar sus ataques en nosotros, hasta que llegue más
ayuda.
- Es un buen plan – dijo Sonic – Pero estoy seguro de que podemos vencerlos. ¡Adelante!
- ¡Cómo me gustaría tener el Tornado aquí! – exclamó Tails
Ambos
salieron de su escondite a la velocidad del trueno. Sonic aceleró y
saltó sobre la muralla. Allí les habló a las criaturas que lo miraban
con furia desde el suelo.
- ¿Saben apuntar? – se burló -¡Vamos! Eggman y sus chatarras mecánicas pueden hacer más que ustedes.
Un
alarido repentino surgió de los monstruos y los ojos penetrantes de los
seres relampaguearon. De súbito se lanzaron sobre Sonic y le dispararon
a quemarropa, pero no podían dar en el blanco. El erizo los atacaba
repetidamente, pero los más fuertes se levantaban luego de caer
derribados. En otros, una vez que Sonic los vencía y estaban en el
suelo, noqueados, un halo de luz azulada y verdosa los envolvía y los
hacía levitar, y los alejaba del campo de batalla y de la ciudad. Esto
dejaba perplejo al erizo, pero luego pensaría en ello. Ahora tenía que
seguir luchando, pues a través de los muros aparecían más criaturas que
las que lograba noquear; quizá más de cincuenta monstruos invadían ahora
Apotos, algunos atacando a Sonic, y otros saqueando. Empezaron a
avanzar sobre la ciudad hasta llegar a la plaza principal. Las personas
huían despavoridas de la batalla y los defensores estaban desesperados,
pues sus armas eran parecían ser útiles contra los monstruos.
Sonic
notó que Tails ya se había llevado a los heridos y los había puesto a
salvo, por lo que decidió defender el centro de Apotos. Dio media vuelta
y corrió hasta la plaza principal. Allí pudo contemplar el caos que se
había producido: edificios humeando, en parte destruidos, calles
estropeadas y vehículos aplastados. Algunos habían volado por los aires y
habían terminado en el techo de alguna casa. Las estatuas que había
contemplado se hallaban ahora destrozadas y tiradas al suelo. Se había
iniciado un incendio en varios edilicios y algunos ciudadanos rescataban
a sus ocupantes, a pesar de la amenaza de las bestias.
Sonic se
empezó a preocupar por el bienestar de las personas. Los enemigos no
eran demasiado numerosos, pero no conseguía vencerlos a todos y esto le
estaba dando impotencia. Si no hacía algo rápido, podrían llegar a
lamentar víctimas. Se preparó para lanzar un nuevo ataque, pero algo lo
detuvo. Una voz conocida. El sonido de alguien a quien no pensaba volver
a ver, pero que no deseaba volver a encontrar. Reconoció al instante el
tono grueso y rasposo de quien le hablaba.
- Hola, erizo – dijo la voz detrás de Sonic – Deseaba volver a verte.
Sonic
se dio la vuelta inmediatamente y lo vio. Alto, corpulento y de mirada
fulminante, su inesperado enemigo lo observaba con una extraña mezcla de
maldad y alegría desde un pequeño pedestal, en el centro de la plaza de
la ciudad. Sus ojos profundos lo miraban sin pestañear.
- ¡Tú! – exclamó Sonic - ¡Cómo apareciste aquí! ¡Te derroté y caíste a la lava!
- ¿No lo sabes? – dijo su enemigo – Soy el más fuerte de mi raza. Un poco de roca fundida no me puede detener.
- Ya veo. ¿Así que han sido tus amiguitos los que atacaron aquel pequeño pueblo, Zavok? – preguntó Sonic.
- Es posible – respondió el zeti – No puedo negarles a mis hermanos que
salgan a divertirse. Aunque seguramente haya habido algunos
perjudicados.
- ¿Atacar inocentes les parece divertido? Bueno,
peor para ustedes – dijo el erizo - Porque todos terminarán derrotados y
encerrados.
- ¿Eso crees? – dijo Zavok – Porque mis hermanos son
fuertes y se cuidan entre sí. Pero tu verdadero problema no es
vencerlos. Es evitar que lastimen a esta gente, ¿no es así? Pero hagamos
un alto a todo esto.
Zavok levantó la mano izquierda, y al
instante todos los monstruos, que en realidad eran zetis, dejaron de
atacar la ciudad. Se quedaron inmóviles en sus posiciones, observando la
charla entre su líder y el erizo azul.
- Nada que no pueda
manejar, por supuesto – dijo Sonic - ¿Y dónde está el resto de tu
grupito? ¿Te dejaron solo y estás tan triste que viniste a buscar mi
amistad?
- Nada de eso, erizo – respondió Zavok – Mis camaradas
sólo están ocupados visitando otras ciudades, con más de mis hermanos a
su lado. Y no vine a buscarte a ti, pero me alegra haberte encontrado.
- Bueno, pues aquí me tienes – dijo Sonic - ¿Qué buscas, Zavok? ¿Es esto
una especie de venganza? ¿Por qué mejor no vas a buscar a Eggman? De
seguro se pondrá feliz de volver a verte. Aunque, a propósito: tú y tus
secuaces están libres gracias a mí.
- Lo tengo presente, Sonic –
dijo el zeti – Y esta no es mi venganza. Aún no. Sólo he logrado
entregarle a mis hermanos un mundo entero donde pueden vivir, saquear,
aplastar y destruir cuanto deseen. Pronto me ocuparé de despedazarte con
mis manos, pero antes me encargaré personalmente de que ese inútil de
Eggman reciba lo suyo.
- Genial, entonces ve a buscarlo y mátense
entre ustedes – dijo Sonic – Y dejen tranquilas a las demás personas,
que sólo quieren vivir en paz.
- Eres un iluso, erizo – dijo
Zavok con una sonrisa maliciosa – La paz no volverá a este mundo
mientras yo gobierne a los míos. El planeta entero será nuestro parque
de juegos, y aplastaremos a todo aquel que se resista. Devastaremos las
ciudades, arrasaremos los ejércitos y esclavizaremos a quien sea…
empezando por los que más te importan.
- ¡Ya me cansaste! – dijo
Sonic, enojado – Te lo dije antes y te lo digo ahora. ¡Si te atreves a
tocarle un solo pelo a mis amigos, te juro que lo lamentarás! ¿Quieres
despedazarme? ¡Pues esta es tu oportunidad!
- Qué delicia es
verte desesperar – dijo Zavok – Me ocuparé de ti más adelante, luego de
que el sufrimiento atraviese tu alma y te haga caer. Mis hermanos han
conseguido lo que querían. Han disfrutado de la destrucción, y se irán
por ahora. Pero volverás a verlos. Me encargaré de que así sea.
Zavok
se llevó el dedo índice a la sien, y en seguida todos los zetis que
antes los observaban comenzaron a alejarse de la ciudad, algunos volando
y otros corriendo, embistiendo todo lo que se les interponía. Zavok
comenzó a elevarse, manteniendo su mirada en Sonic. Tails apareció de
pronto junto a él; lo había perdido de vista durante un tiempo, pero lo
encontró después de que los zetis dejaron de atacar y comenzaron a
observar a su líder hablando con Sonic. Tails miró a Zavok con asombro,
pues también creía que había desaparecido para siempre. El zeti le
dedicó una mirada sombría y le sonrió. Sonic no lo pensó dos veces.
Sabiendo que el resto de los zetis ya se habían ido, tomó impulso y dio
un gran salto hasta alcanzar a Zavok con un ataque giratorio, pero fue
repelido con un golpe seco del zeti. Cayó al suelo de espaldas y se
levantó rápidamente, pero no volvió a intentarlo de nuevo. Desde donde
estaban, alcanzaron a oír una siniestra risa de satisfacción, y vieron
al zeti alejarse volando hacia los campos.
Sonic y Tails se
miraron con preocupación. El ataque no había durado mucho, y sin
embargo, Apotos estaba en caos. Media ciudad había sufrido daños y mucha
gente se encontraba herida. En seguida aparecieron los bomberos y las
ambulancias. Las sirenas invadieron las calles, y Sonic y Tails
comenzaron a ayudar a los damnificados. Gracias a la estrategia del
zorro no habían tenido que lamentar víctimas, pues Sonic había
concentrado la atención de los zetis en él. Media hora más tarde
aparecieron los escuadrones de GUN. Varios helicópteros de combate y de
ayuda volaban cerca de la zona, y los camiones con las máquinas
robóticas llegaron para asegurar el área. En medio de la comitiva, Sonic
y Tails divisaron a unos personajes conocidos; Shadow y Rouge se
encontraban observando los edificios destruidos y las calles arruinadas,
mientras Omega levantaba y movía del camino a los vehículos que le
obstruían el paso a las ambulancias y camiones hidrantes. Aunque Sonic
notó que ni el erizo negro ni la murciélago parecían estar sorprendidos.
Continuará.
¡GRACIAS POR LEER EL FIC DE
GABRIEL MANRIQUE!
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