Por: FlySkyHight
Sonic Fallout
I
Sospechas inciertas
La
oscuridad de aquellas cavernas era abrumadora. Nada se veía. Ni las
salientes de las rocas, ni las estalagmitas que sobresalían de la
superficie, ni el agua que brotaba de ella. Nada: la más absoluta
oscuridad. Pero era momentáneamente perturbada por las luces solitarias
de dos linternas, que indagaban en las sombras en una intensa búsqueda.
Se oían pasos; sordos, distantes. Cada tanto, alguna palabra, una
indicación sobre el camino a seguir, que rompía el agobiante silencio
que encerraban las rocas muertas.
— Por aquí — era lo que se oía con frecuencia.
Aquellos
individuos se adentraban cada vez más por esas cavernas laberínticas y
desoladas, mientras las luces blancas de sus linternas seguían buscando
nuevos senderos. Al cabo de un tiempo de incesante caminata, en donde
avanzaban tanto hacia adelante como hacia abajo, los focos
incandescentes de los aparatos apuntaron juntos a una puerta de metal
opaco, disimulado entre las rocas como si fuese una pared.
— Es aquí. Entremos.
Uno
de ellos se adelantó a la puerta y la tanteó con las manos. Acercó el
rostro, buscando alguna apertura, algún orificio, y le daba
imperceptibles golpecitos al metal, que resonaba muy levemente.
— Parece estar cerrada. Tendrás que encargarte.
Entonces
el otro individuo tiñó su cuerpo de luz turquesa, iluminando tenuemente
el túnel en el que se encontraban. Allí puedo verse la silueta de su
compañero, un camaleón púrpura con un cuerno en su frente. Pero fue la
puerta la que brilló con mayor intensidad. Moviendo la mano hacia la
derecha, el metal comenzó a quejarse, inmutable, pero al fin tuvo que
ceder a su voluntad. La puerta se deslizó hacia un lado, dando paso a
otra completa oscuridad.
Nuevamente las luces apuntaron dentro y
los compañeros ingresaron. Todo lo que alcanzaban a ver gracias a las
linternas era una gran base de operaciones, pero donde todo estaba
apagado y cubierto de polvo. Monitores, computadoras, equipos de
medición, robots ayudantes o torretas de defensa: todo había quedado en
el olvido. La gloria tecnológica venida abajo por la crueldad del
tiempo.
— ¿Aún crees que sigue vivo? — preguntó Espio.
— Tengo derecho a dudar.
Un
repentino sonido los asustó y apuntaron sus linternas a la fuente
sonora. Una rata, que salió corriendo ante la presencia de la luz.
— Será mejor que hagamos esto rápido —dijo Silver — Este lugar me pone nervioso.
Espio
se acercó a una computadora ubicada en el centro, que parecía ser la
principal de aquella base. De una mochila que traía en la espalda sacó
una laptop con el símbolo de colas de Tails, la encendió y la conectó a
la de la base. Una serie de códigos de programación comenzaron a
visualizarse en la pantalla de la laptop, y los ojos inquietos del ninja
intentaban descifrar cuanto decía.
— Mi entrenamiento como
ninja me capacita para todo tipo de problemas, pero me gustaría tener la
ayuda de alguien con más conocimiento en informática — dijo el camaleón
levantando la ceja ante tantos códigos — A ver… Sí, como imaginé. La
base está inactiva desde hace seis meses. Igual que todas las demás.
— Eso no nos dice que esté muerto — sugirió el erizo.
— No, pero nos dice que es probable.
Silver
movió su linterna y comenzó a curiosear aquel lugar, caminando para
acercar los ojos dorados a las maravillas tecnológicas que allí había.
Algunas máquinas estaban salpicadas de telarañas, mientras que algunos
robots de combate se encontraban estáticos como si fuesen estatuas
talladas en la misma piedra. Silver se acercó a un Egg Pawn apagado y le
dio unos golpecitos en la cabeza para ver cómo resonaba.
— Qué desperdicio — dijo el erizo — ¿Crees que haya tenido conciencia?
—
¿Cómo Omega? No lo creo — respondió Espio — La mayoría de los robots de
Eggman son computadoras con piernas que saben apuntar y disparar. Sólo
conozco cuatro robots con inteligencia artificial y conciencia
fabricados por el doctor: Metal Sonic, Omega, Gemerl y Gamma.
— ¿Gamma?
—
Sí. No lo conocí, pero Amy dice que se rebeló contra el doctor cuando
ocurrió lo de Perfect Chaos. Fue destruido en una batalla contra su
hermano Beta.
— Qué triste… Y Gemerl es el robot que vive con Cream, ¿verdad?
—
Así es. Ese fue malvado al principio, pero luego de que Sonic lo
venciera, Tails lo reprogramó y lo volvió de nuestro lado. Desde
entonces ha vivido con Cream y su madre.
— Vaya… Parece que me perdí de mucho antes de conocerlos.
— Vaya que sí — dijo Espio sonriendo.
Los
minutos continuaron avanzando. Espio se conectó a otra computadora para
obtener algún tipo de información relacionada con la ubicación de las
demás bases del doctor. Silver se encontraba sentado con las piernas
sobre la mesa, algo fastidiado.
— Debe haber una manera directa de saber si sigue vivo o no — mencionó Silver de repente.
—
Lamentablemente no la hay — dijo Espio sin apartar los ojos de la
pantalla — Tenemos que seguir investigando cada una de sus bases hasta
encontrar más pistas sobre él.
— ¡Pero ya hemos visitado doce de ellas! ¿Y todas las que nos faltan y las que no conocemos?
— ¿Por qué la prisa? Que yo sepa tienes todo el tiempo del mundo, literalmente — dijo el camaleón con calma.
— Si, pero estoy perdiendo la paciencia. ¡Esto se pone muy aburrido!
De
repente, un sonido fuerte resonó desde lo profundo, acompañado de un
notable temblor. Parecía el sonido de unos engranajes antiguos que se
vuelven a poner en movimiento luego de décadas de abandono.
— ¿Qué pasó? — exclamó Silver.
— ¡Yo no hice nada!
Ambos
se levantaron y se pusieron en alerta. Las luces de la base se
encendieron de repente, y todas las computadoras se pusieron en
funcionamiento en un mismo instante.
— ¡Oh jojojo! — se escuchó
una risa frenética, proveniente de los parlantes —¿Estás aburrido?
¿Quieres un poco de diversión, plateadito?
— ¡Eggman! — gritaron los dos al unísono.
— ¡Lo sabía! — exclamó el erizo.
— ¡Oh jojojo! ¡Qué bueno que me recuerden! No me gustaría pasar al olvido… ¡Como ustedes dos!
En
ese momento los robots de la base volvieron a la vida. Sus luces se
encendieron, se pusieron de pie y comenzaron a dispararles. Rápidamente
Silver se cubrió con su escudo telequinético, mientras Espio se lanzó
ágilmente a una esquina y arrojó sus kunai explosivos hacia los robots,
haciéndolos estallar.
La alarma sonó estrepitosamente, tan fuerte que ambos sintieron sus tímpanos estallar.
— ¡Salgamos de aquí! — gritó Espio, y apenas Silver pudo escucharlo como para asentir con la cabeza.
El
camaleón guardó con prisa su computadora y se dirigieron a la salida,
pero apenas cruzaron se encontraron con un enorme robot que ocupaba todo
el diámetro del túnel y les impedía salir. La voz repentina del doctor
Eggman surgió con bastante claridad de la máquina.
— No hay a dónde escapar. ¡Quedarán sepultados!
El
gran mecha desplegó dos taladros enormes de sus manos y comenzó a
perforar el techo del túnel. Las pequeñas rocas comenzaron a caer por
encima de sus cabezas. Otros soportes provenientes de la máquina
penetraron en la piedra y afirmaron la posición del robot. Se notaba que
no quería salir volando por los poderes del erizo.
— ¡A un lado
lata! —gritó Silver, disparando varias ondas psíquicas con sus manos,
que impactaron con fuerza sobre el pecho del robot y lo hicieron
retroceder, pero no caer.
El robot desplegó dos metralletas de
sus hombros y abrió fuego. Espio comenzó a correr sobre las paredes de
roca, girando por el túnel y esquivando las balas con tremenda
velocidad. Lanzó estrellas ninja que se incrustaron en la armadura del
robot y estallaron luego de unos instantes.
Silver se lanzó con
todo el impulso de su telequinesis y conectó un puñetazo lleno de
energía en la cabeza de la máquina. Esta volvió a retroceder, pero nunca
dejaba de taladrar la roca, y cuanto más tiempo pasaba más grandes se
hacían los escombros que caían. De su cintura emergió un cañón de láser
que giró sobre el cuerpo del robot, y el peligroso haz de energía
recorrió la caverna. Ambos lograron salvarse agachándose justo a tiempo.
Espio volvió a acelerar, dio un salto y conectó una poderosa
patada giratoria en la cabeza del robot, justo del lado opuesto donde
antes había impactado el golpe de Silver. El ataque no resultó efectivo y
el camaleón cayó al suelo, pero no pudo esquivar la poderosa patada que
le propinó la máquina.
— ¡Espio! — gritó Silver al verlo.
El
camaleón salió volando y se estrelló contra la pared, con un gran
estruendo y levantamiento de polvo. Luego cayó al suelo y no logró
levantarse.
Silver vio a su amigo caer y no pudo contener su enojo. Sus manos se iluminaron aún más con su poder.
— ¡Tú lo pediste, hojalata! — gritó.
El
erizo creó un remolino de energía que giró rápidamente a su alrededor, y
dando un poderoso impulso, se lanzó hacia su enemigo con el puño
delante. Su velocidad y fuerza fueron tan grandes que logró atravesar
lado a lado al robot, dejando un enorme agujero chispeante.
Silver
cayó al suelo, jadeando, pero satisfecho. Giró su cabeza hacia atrás
para ver cómo su amigo se incorporaba adolorido y le levantaba el
pulgar.
— ¡Buen trabajo! — dijo el camaleón cruzando el agujero que dejó su compañero en el robot.
— ¿Estás bien?
— Claro, esto no es nada. Pero tenemos que irnos rápido.
Con
las linternas al frente, intentaban encontrar el camino a la
superficie, subiendo mientras corrían. Los robots, salidos de las
profundidades de aquel abismo, comenzaron a disparar misiles desde
lejos, haciendo estallar la roca. Los fragmentos caían delante y detrás
de ellos.
— ¡Tontos robots! — gritó Silver — ¡Esto se va a desmoronar!
— ¡Por aquí! ¡Vamos, deprisa!
Silver
se giró un momento y lanzó una onda psíquica hacia las máquinas que los
perseguían. Espio hizo lo mismo con un par de kunai explosivos. Pronto
doblaron y cambiaron la ruta, para luego seguir subiendo y subiendo. El
sonido de las explosiones les llegaba con ferocidad y las paredes de
piedra vibraban como si se encontraran en pleno terremoto. Por encima de
ellos, cientos y cientos de metros de roca sólida estaban a punto de
caerles encima.
— ¡Será mejor sellar el camino! — gritó Espio.
— ¡De acuerdo!
Ambos
giraron sobre sus pies y lanzaron tanto ondas psíquicas como kunai y
granadas explosivas hacia las pareces de roca. Estas temblaron
fuertemente y cayeron, bloqueando el paso de los robots. El sonido de
los disparos se oía ahora con menor intensidad, aunque la oscuridad
seguía siendo absoluta.
— Eso nos dará un minuto o dos —dijo
Espio — Sigamos, y asegúrate de no perder tu linterna. Estaremos
perdidos si no podemos ver.
El erizo y el camaleón continuaron
con su recorrido, moviéndose tan rápido como podían, esquivando cada
tanto las salientes de las rocas y las estalagmitas mientras intentaban
vislumbrar con sus linternas entre tanta negrura. Volvieron a girar.
Siguieron así durante otro rato, hasta que llegaron a una caverna
levemente iluminada por unos intrépidos rayos de sol que penetraban en
aquella roca. Estaban cerca de la salida.
Las vibraciones en la
tierra no cesaban, pero pronto retomaron el camino hacia la superficie y
al fin se vieron las caras con el astro rey. Su intensa luz los cegó
por momentos, teniendo que tapar sus rostros con sus manos. Debajo de
ellos se extendía
una montaña nevada, que continuaba con sus
picos más arriba. Aquella cadena de montañas blancas continuaba hasta
perderse en el horizonte, aunque podían verse los lagos de agua helada
debajo de ellos. La nieve caía en forma de copos sobre sus cabezas y
comenzaron a sentir el aire frío en sus pulmones.
— ¿Crees que los perdimos? — preguntó Silver, exhalando vapor al hablar.
—
Seguro. Hay varios caminos para llegar a la base, y los otros los
dejarán en el lado opuesto de la montaña. Pero tenemos que movernos.
—
Será mejor llamar al resto —dijo el erizo y levantó el brazo para usar
su comunicador de pulsera, pero dio un largo suspiro al no encontrarlo
allí — Creo que perdí mi comunicador.
— El mío está deshecho. Le dieron un balazo — dijo Espio mostrando el dispositivo soltando chispas. Luego lo tiró al piso.
—
No nos queda otra que regresar ahora mismo —dijo Silver mirando el
camino — ¡Tenemos que avisar al resto que Eggman sigue vivo!
Retomaron
la carrera y comenzaron a bajar rápidamente la montaña nevada. Espio
aceleró a velocidad máxima, y su rapidez no tenía nada que envidiar de
la de Knuckles o Blaze, aunque distaba de ser tan veloz como Sonic o
Shadow. Silver, por su parte, se mantuvo volando a su lado, siguiendo el
ritmo de su compañero.
Aquella habitación era en
efecto muy elegante y estaba iluminada del blanco más puro. El suelo
estaba cubierto con inmaculadas cerámicas de metal, y unas pocas
computadoras se encontraban operando cerca de las paredes. Junto a
ellas, robots humanoides llevaban a cabo sus tareas en absoluto
silencio.
La mesa principal era larga y repleta de sillas, pero
en ella estaban sentados solamente cuatro individuos. A un lado, un
robot de armadura azulada, Metal Sonic. Por el otro lado, un hombre
adulto y forma redondeada: el doctor Eggman.
De los presentes
sentados en la mesa se encontraba un enorme oso, de nombre Bearenger;
una hermosa coneja color blanco, llamada Carrotia y un lobo de pelaje
azul y colmillos afilados. Este se llamaba Falke.
En la esquina
de la mesa se encontraba un enorme ave de pico redondeado y
desagradable, con lentes azules parecidos a los de Eggman. Estaba
vestido con un pantalón verde, una camisa roja y unas botas verdes. Su
sombrero negro tenía el detalle de una calavera, el símbolo de su
armada. Este tipo era Lord Battle Kukku XV, señor de los cielos. Al
menos así solía presentarse.
Finalmente, flotando cerca del suelo
se encontraban dos pequeños robots, uno con forma de orbe y otro con
forma de cubo. Aquellos eran, sin duda alguna, Orbot y Cubot. La sala
estaba ahora alterada por las sonoras carcajadas del doctor, que miraba
una pantalla con satisfacción, divertido por las escenas que acababa de
ver.
— ¿Cree que fue buena idea anunciarse tan pronto, señor? —
preguntó Orbot — Dicen que el que golpea de sorpresa golpea más fuerte,
pero no servirá de nada si les advierte a sus enemigos del puñetazo.
—
¿Puñetazo? No va a ser un puñetazo. ¡El infierno les va a caer encima!
No hay manera de que soporten tal golpe — dijo el doctor Eggman
sonriendo ampliamente — Pero aun así no debemos precipitarnos tanto.
Todo debe quedar en posición para que nuestro golpe sea duro y
definitivo.
El doctor apagó la sonrisa de su rostro y comenzó a
caminar hacia la mesa, con una mano en el mentón, mientras continuaba
hablando. Los individuos que estaban con él lo observaban, atentos a sus
palabras.
— Quiero a Lyric continuando con las operaciones de
fabricación de las bombas Fallout en Shamar, pero antes tenemos que
retomar esa base. Carrotia, Bearenger y Falke, les dejo esta honorable
misión.
— ¿Podemos llevarnos a Metal Sonic? — preguntó el lobo azulado.
—
¡Ni hablar! — respondió el doctor moviendo la mano — Tengo planes
especiales para él, pero podrán llevarse un escuadrón de Egg Shooters.
Dadas sus capacidades, debería ser pan comido para ustedes.
— Lo será — dijo la coneja blanca — No se preocupe jefe. Esa base volverá a ser suya cuanto antes.
—
Perfecto. En cuanto la recuperen, me darán el aviso y enviaré a Lyric —
dijo el doctor, quien volvió su mano a su mentón — Por otro lado,
mandaré a los Hard Boiled Heavies a retomar Eggmanland. ¡Mi preciada
fortaleza! No me imagino el chiquero en que la convirtieron esos sucios
zetis. Menos mal que ya se murieron.
— ¡Oh! ¡Es usted un maestro de la estrategia, señor! — dijo Cubot, maravillado y con las manos juntas.
— ¿Quiere que ponga a Heavy King en la línea? Ya sabe que sólo obedece las órdenes cuando las recibe directamente — dijo Orbot.
— Sí, si… Cómo sea, pero primero dame comunicación con los Hooligans. Quiero saber cómo va su misión — dijo el doctor.
—
En seguida, jefecito — dijo Cubot, para luego salir apresuradamente a
traerle un gran monitor flotante, y luego presionar un botón del mismo.
La pantalla se encendió y la imagen mostró el rostro de una comadreja con largos colmillos y sombrero marrón.
— Aquí Nack. ¿Qué pasa, doc?
— Quiero saber cómo va la misión. ¿La conseguiste?
—
Por supuesto que sí — dijo Nack mostrando en pantalla la Esmeralda Caos
violeta — Sin levantar sospechas. Justo como nos lo encomendó.
— ¡Excelente! Repórtense cuanto antes a la base más cercana.
— ¿Y nuestra paga?
— La tendrán en cuanto tenga mi esmeralda a salvo. ¿Cuándo he faltado a mis deudas?
— Según los Chaotix, tienes la costumbre de olvidarlas. Nack fuera — dijo, y cortó la comunicación.
El
doctor Eggman se llevó los dedos al entrecejo para aplacar su fastidio,
para luego dirigirse al enorme pájaro de aspecto algo desagradable.
—
Bien, esto se hace largo… Lord Kukku, tendrás a tu armada lista para la
acción. Te daré las órdenes tan pronto como se rinda la Federación
Unida.
— Lo que digas — contestó seriamente el ave.
— Por cierto, ¿dónde está ese tipo raro? — preguntó Carrotia mirando a los lados — El de la gema en el pecho.
—
Ese “tipo raro” tiene más valor para mí que ustedes cuatro, la armada
Battle Bird y los Hooligans juntos — dijo Eggman — Y en este mismo
instante está realizando la misión más importante de todas.
— ¿Y cuál es esa misión? — preguntó Kukku, claramente ofendido por el menosprecio de su jefe.
Entonces el doctor esbozó una nueva sonrisa, y tan penetrante fue su mirada que dejó petrificados a sus interlocutores.
— Matar a Sonic — concluyó.
Continuará.
¡Muchas gracias a Gabriel Manrique por su increíble relato! Pero no se acaba aquí y pueden seguir la continuación si lo desean en su página de Fanfiction: Visita su perfil aquí.
Esta es la secuela de su otro fic, 'Sonic Lost World: La gran guerra', aunque no necesitas leerla para poder entender el nuevo fic.
Ojalá se animen a participar como nuestro amigo Gabriel.
Feliz fin de semana.
Órale interesante historia iré a visitar su perfil de fanfiction para saber si hacen sopa de Eggman jajaja y ni sabia que Gabriel ya había terminado "SONIC LOST WORLD LA GRAN GUERRA" tendré que ponerme al corriente saludos.
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