One-shot: Dulces recuerdos del ayer.

Ahí están otra vez, hipócritas humanos. Durante el resto del año son todo guerras, peleas, envidias, traiciones... Pero al llegar esta fecha se desean entre ellos amor y felicidad. Es una cosa extraña eso de tener sentimientos por alguien que bien podría apuñalarte por la espalda. Aunque... aún me llega el vago recuerdo de aquellos días lejanos que pasé en ARK junto a María. Siempre intentaba enseñarme algo nuevo sobre la vida en la Tierra, aunque yo no prestase demasiada atención. Pero aquella vez me sorprendió. De eso hace ya más de cincuenta años, pero lo recuerdo como si fuese ayer...

"Mira, abuelo, parece que ya va a despertar"

"Sí, parece que está listo para que lo saque del tanque"

Al abrir mis ojos, lo primero que pude ver es la cara sonriente de una chica de grandes ojos azules. A su lado, un hombre de avanzada edad estaba tomando notas en un portafolio mientras me observaba con detenimiento. Todo a mi alrededor era extraño y no sabía por qué estaba allí, ni quién o qué era yo. Simplemente me quedé callado observando mientras aquel hombre me examinaba y me hacía preguntas que yo contestaba con la cabeza asintiendo o negando. Fue entonces que la chica habló de repente.

- Tendremos que ponerle un nombre.

- ¿Un nombre? ¿Quieres ponérselo tú, María?

Así que la chica se llama María.

- Que tal si lo llamamos, Shadow.

- ¿Shadow? ¿Por qué es oscuro? ¿No es un nombre de villano?

- ¡Claro que no! ¡Es un buen nombre! Porque la oscuridad puede estar dondequiera que vayas, pero la sombra representa la dirección en la cual brilla la luz.

- Tienes razón, María. Eres una chica muy lista.

- ¿Qué opinas? ¿Te gusta, Shadow?

- ¡Hum!- dije cruzando los brazos en mi pecho.

Desde aquel día, María se convirtió en mi "maestra" y me daba lecciones sobre su planeta natal para cuando regresáramos todos a la Tierra. A través de los ventanales que daban al exterior contemplábamos durante horas aquel insignificante planeta azul que flotaba en el oscuro terciopelo del espacio. No paraba de hablar con ilusión de las cosas maravillosas que haría cuando se curase de su enfermedad autoinmune, cosa que nunca sucedería. Su abuelo, el profesor Gerald Robotnik, me había contado la verdad y deseaba que su querida nieta permaneciera ignorante sobre este hecho. Había tratado de encontrar una cura para ella, pero su enfermedad era muy rara y apenas había logrado algún avance. Era mejor que permaneciera en ARK alejada de cualquier microorganismo dañino que pudiera acabar con su vida.

Fue un día como el de hoy, hace cincuenta años, que María me enseñó lo que era la amistad y el amor. Aquella mañana la estuve buscando para que me enseñase más cosas sobre su planeta. Sin embargo, no la podía encontrar por ninguna parte. Fui hasta el laboratorio del profesor para ver si sabía algo de ella, pues tenía una sensación rara que nunca antes había experimentado, como de vacío. Gerald solo sonrió y dijo que no me preocupara tanto por ella, era imposible que desapareciera de la estación espacial. 

- ¿Sigue trabajando en sus experimentos para el gobierno, Doctor?

- Sí- dijo serio- Ellos son quienes financian esta estación. Es una buena excusa para mantener a mi nieta a salvo pero... ¿a qué coste?

- María me habló de lo que sucede en la Tierra- dije mirando las pantallas parpadeantes- ¿Realmente cree que necesitan más armas? ¿Por qué los seres humanos se odian tanto entre ellos?

- Ni yo sabría explicártelo, Shadow- dijo con un gran suspiro- Simplemente desean poder, riqueza, gloria... Y si para conseguirla necesitan acabar con la vida de alguien, no dudarán en hacerlo.

- Entonces no merece la pena que ese planeta sea salvado.

- ¿Así lo crees, Shadow?

- ¿Shadow?- se escuchaba por el pasillo.

- ¿Ves? María te está buscando- dijo sonriente- Seguro que ya está preparada para la lección de hoy. Sería mejor que no la hicieses esperar.

- Bien- asentí.

Al salir al pasillo me di de frente con ella. Sonreía más de lo habitual. Llevaba en las manos un extraño paquete del que provenía un aroma que nunca había olido antes. La miré con sospecha y ella se llevó la mano a la boca para contener la risa. Me miró de reojo y dijo que fuéramos hasta nuestro lugar favorito, el mirador. Aquel lugar le traía mucha paz y tranquilidad mientras contemplaba aquel mundo pequeño y azul. Nos sentamos y permanecí atento a la lección de aquel día.

- Hoy es un día especial en la Tierra, Shadow.

- ¿Y qué tiene de especial?- dije sin entusiasmo- ¿Ha sucedido algo?

- Es el día de San Valentín- dijo cerrando los ojos- Y en ese día demostramos a los demás lo mucho que los queremos. No hace falta estar enamorado para querer a las personas. Mi madre me contó que existen muchas formas de amar a los demás. No hay sentimiento más bonito en el mundo que el amor.

- ¿Amor? ¿Qué es el amor?

- El amor es el sentimiento de bondad, compasión y afecto que existe en los seres humanos. Hace que nos preocupemos los unos por los otros, a quererlos y cuidarlos. Nos hace ser mejores personas y nos llena de felicidad el ver a otros sonreír al hacerles nosotros mismos felices a ellos. Como tú me haces feliz a mí- dijo tomando mis manos.

- ¿Yo? ¿Te hago feliz?

Tuve una sensación muy extraña en aquel momento, como si algo dentro de mí se moviera y la cara me empezó a arder. ¿Aquello sería lo que María llamaba Amor? Soltó mis manos y cogió entre las suyas la pequeña caja anterior.

- Esto lo he hecho para ti- dijo avergonzada- Mi madre me enseñó a hacerlos.

- ¿Qué es ese olor?- dije mientras desenvolvía el regalo.

- Es chocolate- rió- Un dulce. Se come.

La miré con desconfianza, aunque María nunca me había engañado. No parecía muy bien hecho pero... parecía expectante en que los probase. Me llevé uno a la boca y se derritió rápidamente al tocar mi lengua. Nunca olvidaré la experiencia desagradable de probar el sabor dulce, aun así le sonreí para no disgustarla. Nuevamente pensé en si eso era el amor.

- ¡Siempre seremos los mejores amigos, Shadow!- dijo muy feliz- ¡Ojalá te hubiera podido regalar flores como las de mis libros!

Justo en ese momento, María se puso muy seria y miró hacia la Tierra con nostalgia.

- Sabes, Shadow- dijo casi en un susurro- Sé que la gente lucha por cosas triviales. Algunas personas son egoístas pero básicamente son buenas. El abuelo dijo que fuiste creado para ser quien trajera esperanza a la humanidad. Por favor, hazlo por mí, te lo ruego. Por un futuro mejor... por todas esas personas que viven en la Tierra, dales una oportunidad de ser felices... déjales vivir sus sueños.

- María...

Fue exactamente lo mismo que me dijo antes de... separarnos para siempre. 

Siempre te recordare, pues fuiste quien me enseñó lo que era amar a otra persona. Eres la mejor amiga que nunca tendré.

- ¿Shadow? Sé que estás por aquí.

¿Quién me llama? ¡Ah! ¿No es aquella chica que se autoproclama la novia del erizo azul? ¿Qué querrá de mí ahora que la guerra terminó?

- ¡Ajá! ¡Te encontré!

- Tienes muy buena vista para lo que te conviene- digo mientras bajo del árbol donde me encuentro- ¿Qué querías decirme? ¿Acaso me está buscando alguno de tus amigos? 

- ¿Aún recuerdas el incidente de Prision Island?- dijo un tanto ruborizada- Eso fue un error por la emoción. ¡Ejem! Escucha, no he venido de parte de Sonic sino mía.

- ¿Tuya? ¿Acaso no terminó la guerra cuando acabamos con Infinite y el Dr. Eggman?

- No es eso- suspiró- Las chicas hemos pensado que para agradeceros vuestra ayuda...

- ¿Sí?

- ¡Toma! ¡Es para ti!- dijo frunciendo el ceño- Si no te gusta puedes tirarlos.

Esto es... ¿chocolate?

- ¡Gracias por habernos ayudado!- dándose la vuelta deprisa y saliendo a correr.

- Gracias... Amy.

- D-De nada- dijo más ruborizada aún. 

- En fin, se fue- mirando el regalo-¡Uf! ¿Por qué nadie puede regalarme flores?

¡Feliz día de San Valentín!

Espero que les haya gustado este pequeño one-shot para agradecerles su amistad y cariño. Muchas gracias por estar siempre ahí apoyándome a través de mis escritos. Les deseo que tengan un feliz día y que se lo demuestren a sus seres queridos: padres, hermanos, amigos...

Un fuerte abrazo.